El seis de marzo me enteré solo unas horas antes, un concierto de jazz, un concierto
de mujeres en el jazz,
una idea interesante que quizá se haya visto en
otras partes de mundo pero un concepto que resulta innovador en México y siendo
como es, en dos mil quince, novedoso en Puebla, aun después de ocho años de realizarse.
Es casi la hora y en la fila aguardamos la apertura del Teatro
de la ciudad, el cual se encuentra en el zócalo de la capital poblana; a la espera
están los que conocen, los que aún no saben de qué se trata, los que
vienen con la familia a pasar el rato, los que salieron del trabajo y en general un vario
pinto de asistentes.
Se puede ver, desde la fila y a través de los ventanales de
la galería una exposición de arte contemporáneo y el reflejo de las mercancías de
los puestos de cigarros, peluches y revistas, escuchando la voz de un estudiante
de música que salió para completar la colegiatura cantando
piezas de ópera italiana y los éxitos de ayer y aun hoy, con mucha razón, de
José Alfredo Jiménez, mientras lo azoran aquellos que quieren una tarjeta, la
del puesto que le pregunta pa que está ahí y quien le pide permiso para pasar.
Falta poco para el concierto y junto a la fila caminan un par de jóvenes
con una caja y repartiendo, según ellos, unos boletos, unos boletos
muy particulares que no tendrían más importancia si se tratara de un probador
de ropa en una tienda departamental y quizá ni siquiera ahí. Se trata de unos
boletos de papel que entregan de color azul y una letra “H” a los hombres y color
rosa con la letra “M” a las mujeres.
Esto a más de uno nos hizo saltar la ceja y preguntando
a los que están alrededor, que más bien sería delante y detrás de mí, que
piensan de estos papelillos; algunos mencionan estadística de asistencias, otros control de acceso
y una pareja con gesto sarcástico y de indignación, me respondieron que les
parecía interesante y les hacía pensar. Le pregunté entonces a la
encargada del acceso al teatro y me respondió que se trataba de un
registro y control de protección civil, además de la contabilidad
de los asistentes, siendo que el lugar solo tiene espacio para
seiscientas personas y que los niños y requerimientos de esta institución de
seguridad.
Me quede con la duda de si era un experimento social, una metodología de estadística o una incongruencia garrafal.
¿Y tu que opinas?
Esta es la segunda parte de una crónica que he escrito acerca de este festival de Jazz.
Pronto la siguiente entrega de este trabajo.
No olvides dejar tu comentario y espero
continúes acompañándome en este paseo caminable.
¿Te gustaría ver mis otras crónicas?
Visita: El vagabundo
Te invito a ver lo que acabo de publicar en:
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